Nadar juntas, conocer animales y jugar en la arena: el poema de Salas nos lleva a través de un mundo onírico en el que se habla de la disfuncionalidad que puede llevar un vínculo.
Me cansé de preguntarte si estabas bien cuando lo único que hacías era estamparte contra la misma pared roja una y otra vez. Me cansé de ver ese muro reproducido en mis pesadillas como el film tuerto de una película, y entre sueños esperar que acabara, que giraras la vista y miraras por fin el suelo y admitieras, quizás algo cansada, que la pared no era otra cosa que vos chocándote contra otra pared, que los ladrillos eran en verdad una tela transparente. La ayuda que no buscaste cuando yo también me estaba ahogando. A lo mejor podríamos haber nadado juntas conocido delfines y rayas (siempre quise conocer esos animales que más que aletas tienen aire que vuelan en el agua y nunca, aunque conozcan a los delfines, sucumben al nado) o enterrarnos en la arena jugando al juego más real que la muerte nos puede traer. Me acostumbré a mirarte desde la vereda de enfrente con baldosas en los pies y la tierra agrumándose en los ojos esperando que un día se secaran mis lágrimas.